miércoles, 20 de febrero de 2013

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Cuando las primeras luces de la mañana entran por la ventana, la vida comienza de nuevo. Volvemos a tener la conciencia que hemos perdido durante unas pocas horas sin poder evitarlo; volvemos a sentir el peso de nuestro propio mundo que nos aprisiona una vez más. Continuamos teniendo suelo firme debajo de nuestros pies. ¡Quién muriera por ser etéreo y librarse de estas anclas!

En el momento en el que el sol comienza a rozarnos la piel nos damos cuenta de que ya hemos tocado fondo incluso antes de salir de las sábanas; de que el día ya nos ha hundido a pesar de que no ha comenzado aún.

¿Para qué molestarse en abandonar el refugio nocturno? Sin embargo el sueño ya es perdido y los ojos comienzan a intentar saludar al mundo con cierta timidez. Un par de vueltas más en la cama y un último esfuerzo en vano por intentar conciliar el sueño nuevamente antes de incorporarse para contemplar el panorama matutino. Todo como siempre, la liviana luz del amanecer, alguna cancioncilla de los madrugadores gorriones y el escritorio lleno de papeles. 

Tras unos minutos intentado asimilar la sucesión de eventos que pasarán durante las próximas horas, te desperezas, te levantas, te diriges al escritorio con papel en blanco y bolígrafo en mano y decides que por un día no quieres hacer frente a la vida.

3 comentarios:

  1. me encanta , es muy cierto a veces se hace difícil hacer frente a la vida aunque lo hagamos con papel y tinta

    un saludo !

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  2. Gracias Mery! Aunque a veces la mejor manera de hacer frente a la vida es con papel y tinta :)
    Un saludo!

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  3. Me ha gustado mucho esta entrada y me ha recordado a algo que leí hace poco, sobretodo esta frase: "Volvemos a tener la conciencia que hemos perdido durante unas pocas horas sin poder evitarlo; volvemos a sentir el peso de nuestro propio mundo que nos aprisiona una vez más".

    Saludos ^^

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